Cuando el problema lo tiene otro, todo se ve de manera diferente, más claro. Las soluciones parecen más evidentes y las decisiones a tomar más sencillas. Pero cuando algo nos ocurre a nosotros, a nuestra familia, no siempre es fácil tirar para adelante y poner remedio a lo que está ocurriendo. ¿Crees que tu hijo tiene exceso de peso? ¿Te preocupa su alimentación, pero no sabes si es que eres tú que te estás fijando demasiado, o si realmente hay algo que solucionar? Cuando eres padre, la culpa acecha por todas partes, y puede que te haya surgido una semilla de duda. Si es así, lo mejor que puedes hacer es informarte y dejar la duda a un lado. Es por eso que te traigo este post-entrevista, gracias a la colaboración de Ana Saro, de @blisspsicologia.
Cómo saber si mi hijo con sobrepeso necesita ayuda profesional
Ana nos recomienda “comenzar con hábitos de comida saludable para todos. Sería estupendo que la familia comenzara a desarrollar rutinas fáciles que favorecieran el ejercicio, como utilizar escaleras en vez de ascensor, acostumbrarse todos a pasear en vez de ir en coche a todos lados… También enseñar a cocinar al niño y que nos acompañe a la compra para que entienda que no todo lo sano está “malo”. Que se puede comer sano y con sabor es una forma bonita de involucrarle en su propia alimentación. Restringir la “barra libre” en la cocina e instaurar horas para comer “chuches” funciona bastante bien.”
Para saber si necesitan un especialista, Ana explica que “lo mejor es que cuando hablen con su pediatra y le tome las medidas de altura y peso, le comenten sus inquietudes. Este profesional les dirá si realmente es necesario o con los pequeños consejos que te he comentado antes es suficiente para empezar.”
Conocer las causas de sobrepeso infantil para abordar mejor el problema
Según su experiencia en la consulta, “existen dos tipos de razones que cuando coexisten en el mismo niño producen la tormenta perfecta. Por un lado, las razones biológicas y fisiológicas que según los últimos estudios podrían ser un peso mayor de 3.500 kg al nacer, una ingesta de grasa igual o superior al 38%, un consumo alto de bollería, refrescos, embutidos y bajo en frutas y verduras, que las actividades del niño sean sedentarias y que además no practique deporte. Pero por otro lado están las psicológicas: un pobre manejo de la frustración, índices elevados de ansiedad, estados de ánimo bajo o depresivos, aburrimiento, problemas en casa o en el cole, normas erráticas de educación, evidentemente una falta o exceso de atención por parte de los cuidadores.”
Cómo hacer los primeros cambios
Está claro que la familia puede tener mucho que hacer para ayudar a resolver el problema. Ana nos explica cómo “los niños aprenden a caminar, a hablar, cómo comer, estudiar, a ser personas, la ética… y cómo todo lo aprenden primero en la familia, y cuando se incorporan al mundo educativo, también en el cole.” Por tanto, ante todo, “debemos tener en cuenta que los niños son pequeños imitadores. De hecho, es su estilo de aprendizaje siempre, pero sobre todo cuando todavía no existe el lenguaje.” “Lo cierto es que los niños comen lo que les permitimos, y si nosotros como adultos tenemos malos hábitos alimentarios, el niño los adquirirá. Así también el niño puede aprender a imitar la conducta de calmar su ansiedad a través de la comida si es lo que ve en casa, y a realizar conductas sedentarias si en la familia ese tipo de conductas es lo normal.”
Por lo tanto, desde el punto de vista de Ana como profesional, “puede que un niño tenga tendencia a la obesidad, pero la familia puede ayudarle aportando unas costumbres sanas en cuanto a la alimentación, los horarios de comida, y evitando conductas sedentarias.”
“Ten en cuenta que lo mejor será hacer cambios a nivel familiar para no marcar ni estigmatizar a nadie.” Ana nos explica que lo más frecuente es que la familia lleve al niño al psicólogo tras haber “trabajado con el endocrino pediátrico, el nutricionista pediátrico, su pediatra de cabecera… etc.” En el caso de que el niño continúe con el problema, “entonces es cuando los propios padres o alguno de esos profesionales les dirige a nosotros, para valorar si existe algún impedimento psicológico que esté retrasando o inhabilitando los tratamientos que ya están en curso.”
La colaboración entre el dietista, el médico y el psicólogo
“Es fundamental trabajar en la pérdida de peso no solamente desde el aspecto físico (importantísimo), sino también desde el psicológico y emocional, para limitar al máximo los problemas que pueden llegar a sufrir estos niños.” En el caso de Ana, ella trabaja “junto a los profesionales médico-sanitarios que ya están involucrados con el paciente. Este trabajo interdisciplinar es fundamental, junto con la familia, para facilitar que el niño se adhiera al tratamiento y logre buenos resultados.” Lógicamente, “si el niño tiene sobrepeso, tiene que perderlo, ya que las consecuencias físicas y psicológicas de este aumento de peso son considerables. En el caso de la mente, es muy importante la repercusión que la obesidad tiene sobre el desarrollo psicológico y la adaptación social del niño ya que normalmente se dan problemas graves de autoestima, ansiedad, depresión y desajustes en el comportamiento social.”
El (gran) papel de la familia
Pero la familia sigue estando ahí todo el tiempo, ya que, dentro de este tratamiento multidisciplinar, esta sigue siendo fundamental en la respuesta del niño al tratamiento. Ana nos pone varios ejemplos, “si el niño está a dieta y todos los demás comen las cosas que él tiene prohibidas…, si estamos enseñando al niño técnicas de control emocional, control de la ansiedad, de asertividad… y en casa las ignoran, o si intentamos que haga algún tipo de deporte y es muy complicado que el niño pueda acceder a él… la adherencia al tratamiento del niño va disminuyendo.” Con estos ejemplos Ana trata de hacernos ver lo difícil que es para el niño “enfrentarse a lo que le está pasando, y que la familia puede convertirlo en algo bueno, en una victoria para él, en un reto familiar y hacer que el niño se motive y se involucre en los cambios.” Como ya hemos comentado, “los niños nos imitan y podemos usar ese conocimiento para potenciar el uso de las técnicas y en la modificación de los hábitos alimenticios, además, al final es algo con lo que toda la familia sale beneficiada.”
Además de acudir al pediatra, dietista, psicólogo… “lo que puedes hacer como padre/madre es hablar con tu hijo. La comunicación es fundamental tanto para que él nos entienda como para que nosotros conozcamos las verdaderas razones de la ansiedad que le lleva a comer en cantidades superiores a las que necesita. Hablar y explicarle en vez de obligarle le va a hacer partícipe y le va a aportar control sobre él mismo, y sobre todo le va a hacer sentirse apoyado y comprendido por su familia.”
Muchas gracias a Ana por su colaboración para hacer llegar algo más de información a todos vosotros, normalizando un poco las terapias frente a la obesidad infantil.
Qué interesante, es necesario haber algo, cada vez veo más niños pequeños obesos y es terrible, pero es que siendo tan pequeños no son ellos los que eligen la comida, sino sus padres. Bebés comiendo bollicaos, petitsuis… Hay que reeducar a los padres desde luego
Gracias Piscis, en eso estamos, jeje, te corrijo el comentario con lo que me decías en el siguiente