A pesar de que ya hay multitud de motivos para defender la lactancia materna, aquí voy a daros algunos más. Por si alguien no estaba aún convencido del todo…

La lactancia materna ha sido, es, y siempre será, la mejor forma de alimentar a un recién nacido. La composición de la leche es exactamente la idónea para el desarrollo y crecimiento del niño, y la cantidad en que es consumida es regulada exclusivamente por el bebé. Pero existen más motivos para defenderla aparte del hecho de que sea la forma de alimentación más natural que existe.

En una reciente revisión realizada por Kelishadi y Farajian (Advanced Biomedical Research, 2014) se dan los argumentos a favor de la lactancia materna en cuanto a protección frente a enfermedades no transmisibles. Estas son enfermedades crónicas que se desarrollan poco a poco durante largo tiempo, y que incluyen las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y la obesidad entre otras. De hecho, un 63% de la mortalidad es debida a estas enfermedades en la actualidad según la OMS.

Este tipo de enfermedades tienen un origen muy complejo, que resulta de la interacción entre la genética de la persona, su sexo, edad, origen, así como los factores ambientales, incluyendo el estilo de vida. Pero además, está cada vez más claro que el comienzo de estas patologías surge desde edades muy tempranas. Por este motivo, los beneficios de la lactancia materna no son solo a corto plazo, sino también a largo plazo, protegiendo frente a estas enfermedades y sus factores de riesgo.

 

Hipertensión

La composición de la leche materna frente a las leches artificiales la hace idónea para proteger frente a la tensión alta (Owen y cols., BMJ, 2003). Contiene menos sodio y un perfil de ácidos grasos diferente. Es decir, menos sal y grasa “de la buena”. Esta grasa está enriquecida en ácidos grasos insaturados de cadena larga, necesarios para las membranas celulares, por ejemplo de los vasos sanguíneos.

 

Obesidad

La lactancia materna protege frente a la obesidad. Se trata de una afirmación de enorme repercusión. Y ha sido demostrada en múltiples estudios (Poulton y Williams, JAMA, 2001, Parsons y cols., Archives of disease in childhood 2001, Owen y cols., Pediatrics, 2005).

Una de las principales razones por la que se da esta capacidad protectora son los patrones de comportamiento que conlleva la lactancia materna, puesto que el bebé mejora su capacidad de detectar el apetito y la saciedad, al ser él quien decide cuándo quiere mamar y cuándo está satisfecho y no quiere más. En el caso de los bebés alimentados con leche de fórmula, se interfiere más en el ritmo natural del bebé, puesto que se suelen seguir horarios y es inevitable preparar siempre una misma cantidad de leche, que el bebé puede acabar tomando en exceso.

Otro motivo muy importante es la diferencia en la composición de ambas leches, la leche artificial tiene un mayor contenido en grasa y proteína que puede conllevar un aumento de peso excesivo al incrementar la secreción de IGF-1 que estimula los adipocitos, que son las células que almacenan la grasa (Stolzer, Open Journal of Preventive Medicine, 2011). Además, esta diferencia en la ingesta de nutrientes puede programar de modo distinto el metabolismo. Una de las razones es que la leche materna contiene leptina, una hormona que además de ser un indicador de saciedad en el cerebro, es capaz de modificar factores de crecimiento y evitar la formación de adipocitos.

Por último, se ha observado que este efecto protector se mantiene aún cuando el adulto sigue dietas y actividad física poco adecuadas. Y aunque no está claro cuánto tiempo de lactancia es necesario, todo parece indicar que esto solo ocurre cuando la lactancia es de larga duración.

 

Diabetes

El contenido en ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga de la leche materna también evita la presencia de niveles demasiado elevados de glucosa, y por tanto de la hiperinsulinemia que esto conllevaría. De este modo protege de la diabetes tipo 2. Por el contrario, se ha visto que los bebés alimentados con leche artificial tienen mayores niveles de insulina, que pueden derivar en el desarrollo temprano de resistencia a la insulina y al final en diabetes tipo 2.

 

Hipercolesterolemia

La leche materna tiene un mayor contenido en colesterol que la leche artificial. Y este dato, que podría parecer negativo, es el que hace que los bebés alimentados con lactancia materna estén más protegidos frente a tener colesterol alto cuando sean adultos. ¿Por qué es así? Es sencillo, además de ingerirlo con la dieta el organismo puede sintetizar colesterol. Por tanto, cuando en la primera etapa de la vida se recibe colesterol “de sobra”, no hace falta sintetizarlo en tanta cantidad, por lo que se cree que el metabolismo se adapta a esta situación mediante lo que podemos denominar “programación nutricional”. Y así, en la etapa adulta, no hay tanta propensión a fabricarlo sin control o al menos en exceso. Se cree que este hecho se debe a la inhibición de la enzima hidroximetil glutaril coenzima A hepática, responsable de la vía de síntesis del colesterol (Wong 1993).

Según un metaanálisis (un estudio en conjunto de muchos estudios previos) realizado por Stolzer, la lactancia materna reduce el colesterol en 0,15 mmol/L. Y este dato, aunque no parezca muy espectacular, reduciría en un 5% los individuos con enfermedad cardiovascular teniendo en cuenta una prevalencia de lactancia materna exclusiva del 30%. Es evidente que si la lactancia fuera generalizada, estaríamos evitando un porcentaje muchísimo mayor de casos.

Yo quiero ser positiva, y pienso que algún día se conseguirá 😉

 

¿Tú qué crees? ¿Te parecen suficientes razones para apoyar a las madres en su lactancia? ¿Qué es lo que más te sorprende de lo que te cuento? Cuéntame abajo en los comentarios, estoy deseando escucharte :)

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